Introducción
México ha seguido el patrón clásico de transición demográfica que se caracteriza por
el paso de altas tasas de mortalidad y fecundidad, a niveles bajos y controlados.
La evolución de estas variables, junto con los movimientos migratorios internacionales
ha llevado a cambios en la estructura poblacional. Con ello, se ha pasado de una pirámide
caracterizada por una evidente extensión de la base, que da cuenta de un rejuvenecimiento,
a estructuras que muestran una mayor proporción de la población adulta, incluso empieza
a observarse un incremento progresivo de la participación de las personas adultas
mayores. “Este aumento en números absolutos y porcentuales de la población adulta
y de las edades avanzadas, es justo el fenómeno clásico que define el proceso de envejecimiento
demográfico” (Ham, 2003: 111).
No sólo hay una creciente proporción de personas adultas mayores, sino que hay factores
agravantes en México y en otros países de América Latina frente al mismo proceso demográfico
en países desarrollados. El envejecimiento está ocurriendo a mayores velocidades que
en estos últimos, lo que ha derivado en un régimen mixto de enfermedades infecciosas
y crónicas (Ham, 2003). Esto se complica con un escenario social, económico y cultural caracterizado por
la alta incidencia de la pobreza, una persistente y aguda inequidad social, baja cobertura
de la seguridad social y una probable tendencia hacia el deterioro de las estructuras
familiares de apoyo hacia las personas mayores (Guzmán, 2002).
Datos del Censo de Población y Vivienda 2020 muestran que la población de 60 años
o más (p60+)1 sumó 15.1 millones de personas y representó 12.0 por ciento de la población total,
con visibles diferencias por sexo. En esta edad adulta, el número de mujeres es mayor
al de los hombres; 8.1 millones, 12.6 por ciento del total de la población femenina,
contra 7.0 millones, 11.4 por ciento del total de la población masculina, reflejando
así un proceso de “feminización de la vejez”. Esta diferencia se explica por la menor
esperanza de vida de los hombres. De acuerdo con el Consejo Nacional de Población
(Conapo), en 1950 la esperanza de vida al nacer fue de 48.8 años para las mujeres
y de 45.9 años para los hombres. En 2020, esta esperanza aumentó a 78.1 años para
la población femenina y a 72.4 años para la masculina. Sin embargo, detrás de esta
mayor esperanza de vida no todo es positivo (Conapo, 2020). Es necesario tener en cuenta que buena parte de los años adicionales que las mujeres
viven en comparación con los hombres son un periodo de enfermedades y discapacidades.
En este sentido, esta “ventaja de supervivencia” de las mujeres es sólo aparente dadas
las carencias con las que ellas llegan a la vejez (Ham, 2003: 50). La mayor supervivencia de las mujeres se convierte en desventaja y tiene como resultado
que el proceso de envejecimiento femenino sea un tema importante de estudiar.
Cabe mencionar que el tema de la pobreza y el envejecimiento de la población ha llamado
la atención de la academia dentro y fuera del país y hay una extensa bibliografía.
Algunos de los estudios se enfocan en el análisis del envejecimiento desde los distintos
factores que pueden afectar la seguridad económica, el ingreso y la situación de pobreza
(Garza-Rodríguez et al., 2021; Amarante y Colacce, 2021). Otros plantean un análisis sobre un factor específico, por ejemplo, Paz (2010) estudia el envejecimiento desde la perspectiva de la participación en la actividad
económica y la calidad de empleo; Salgado y Wong (2007) abordan los temas de salud; Montes de Oca (2003) se enfoca sobre el papel de las redes sociales y Tepichin (2009) analiza las desventajas de género con las que las mujeres en pobreza enfrentan la
vejez, sólo por mencionar algunos de ellos.
Con relación a los trabajos que abordan el tema de pobreza, éstos proporcionan una
base empírica importante. En particular, aquellos que abordan los factores asociados
a la pobreza en general, Garza-Rodríguez et al. (2021) por medio de una estimación de regresión cuantílica demuestran que la importancia
relativa de estos factores varía dependiendo del grado de pobreza, medido por el ingreso
relativo frente al de la línea de pobreza, y que hay diferencias significativas especialmente
para los hogares en pobreza extrema que se encuentran en el sur de México o si el(la)
jefe(a) habla una lengua indígena o es de edad avanzada, Por su parte, Amarante y Colacce (2021) se enfocan en el caso específico de personas mayores y, en lugar del ingreso utilizan
un índice compuesto que considera carencias en educación, mercado de trabajo, seguridad
social, salud y vivienda para examinar las diferencias en la situación de pobreza
de cinco países latinoamericanos: Chile, Colombia, Paraguay, El Salvador, y Uruguay.
Los resultados muestran que la pobreza multidimensional es más alta entre las mujeres
frente a los hombres y tiende a incrementarse con la edad. Además, la vivienda es
la dimensión con menores tasas de carencias y la salud es la que presenta las mayores.
Para el caso de Argentina, Paz y Arévalo (2019) identifican que los factores asociados a la pobreza monetaria en las personas mayores
difieren de los asociados a las privaciones no monetarias. Además, al utilizar un
enfoque de pobreza multidimensional encuentran que, hay diferencias importantes en
los factores asociados a la pobreza femenina versus la masculina, por ejemplo, la condición de migración aumenta la probabilidad de pobreza
de los hombres, pero en las mujeres no tiene un efecto significativo. Ellas tienen
mayor probabilidad de transitar de la privación moderada a la privación severa (en
términos no monetarios) en comparación con la de los hombres, y la viudez aumenta
la probabilidad de pobreza multidimensional.
A partir de estos antecedentes, esta investigación parte de considerar que la falta
de ingresos es sólo una de las múltiples carencias que tiene la p60+. Los problemas
de salud como consecuencia del proceso de vejez, acompañados de la imposibilidad de
acceder a servicios de salud, así como el rezago educativo que presentan las personas
adultas mayores, hacen necesario analizar la pobreza desde una perspectiva multidimensional
y con enfoque de género a fin de diseñar políticas públicas dirigidas de forma específica
a cada problemática y grupo social. Al respecto, cabe plantearse las siguientes preguntas
de investigación ¿cuál es la probabilidad de la p60+ en México de encontrarse en situación
de pobreza, vulnerabilidad por carencias o vulnerabilidad por ingresos? Además, tomando
en cuenta que “las mujeres son particularmente vulnerables a la inseguridad económica”
(Bloom et al., 2010: 66) y que el proceso de envejecimiento demográfico es un fenómeno principalmente femenino,
¿cuáles son las diferencias entre mujeres y hombres en contextos de pobreza multidimensional?
El objetivo de esta investigación es identificar los factores asociados a la pobreza
multidimensional de la p60+ en México, se ocupa el enfoque de género para explicar
las diferencias entre mujeres y hombres. Se utiliza información de la Encuesta Nacional
de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH) 2020. La hipótesis sugerida es que los
factores explicativos se modifican al considerar, además de la insuficiencia de los
recursos económicos, otras dimensiones que toman en cuenta la vulnerabilidad en el
ejercicio de los derechos fundamentales (alimentación, salud, educación, seguridad
social y vivienda). Por lo tanto, esperamos diferencias significativas entre el cuadrante
de pobres y los cuadrantes de vulnerables por carencias y por ingresos. En la misma
forma esperamos que algunos factores tengan un mayor efecto sobre la razón de probabilidades
en los distintos cuadrantes y con diferencias entre mujeres y hombres, en especial
para las mujeres, las variables de la jefatura del hogar, el habla de lengua indígena
y la localidad rural.
Después de esta introducción, en la sección I, exponemos la interrelación entre los
conceptos de envejecimiento, pobreza y género. En la sección II, de naturaleza metodológica,
describimos la fuente de información, el modelo empírico y las variables utilizadas.
En la sección III, presentamos las principales características sociodemográficas y
económicas de la p60+ en México con particular atención al análisis de las diferencias
entre mujeres y hombres en los indicadores de pobreza multidimensional, así como los
resultados del análisis econométrico sobre los factores asociados a la pobreza multidimensional.
Finalmente, exponemos las conclusiones.
I. Revisión de la literatura
Como señala Guzmán (2002) la calidad de la vida de las personas mayores está relacionada con su acceso a los
recursos monetarios y no monetarios que les permitan vivir un envejecimiento sano
y activo. Para una gran parte de esta población, es cuesta arriba acumular los recursos
suficientes para lograrlo sin depender de trabajo adicional o ayuda familiar.
Detrás de la relación entre envejecimiento y pobreza hay dos variables que sin duda
están presentes en la literatura como factores explicativos más generales: la edad
y el nivel educativo. Respecto a la edad, hay una extensa literatura empírica para
distintos países, incluidos México, que demuestran que, a partir de cierto punto,
la edad afecta negativamente el ingreso (Garza-Rodríguez, 2015; Garza-Rodríguez et al., 2021 y Yamada, 2018). Con relación al nivel educativo, que sin duda es menor entre población adulta mayor,
ha sido demostrado por diversos estudios que, a mayor educación menor probabilidad
de pobreza (Biyase y Zwane, 2018; Cortés, Fernández y Mora, 2008; Garza-Rodríguez, 2015; Islam, Sayeed y Hossain, 2017; Jiménez Pozo et al., 2006; Villeda, 2017; Escotto, 2003; Rojas, 2003).
Sin embargo, en adición al análisis de la situación de pobreza estructural es necesario
considerar los factores que precipitan la pobreza en las edades avanzadas. Ante la
ausencia de pensiones dignas, una gran proporción de la p60+ necesita trabajar, pero
su capacidad de obtener empleos bien remunerados o de tiempo completo disminuye, ya
sea por enfermedad, discapacidad o discriminación laboral (Guzman, 2002) y en sociedades como la mexicana, en la que la remuneración al trabajo es la principal
fuente de ingreso, las consecuencias de la pérdida o disminución en la capacidad de
generar ingreso pueden ser catastróficas. Adicionalmente, hay cambios en las estructuras
de los hogares, separaciones o decesos que significan la ausencia de apoyo familiar,
ya sea de carácter monetario o no monetario. Esta última dimensión otorga un carácter
específico a la pobreza en la p60+.
Ahora bien, ¿por qué es importante introducir el análisis de género? Hay evidencia
empírica que demuestra que el envejecimiento puede conducir a situaciones de desventaja
para mujeres y hombres, pero no es 1o mismo envejecer siendo hombre que siendo mujer.
Los factores socio-culturales y económicos a lo largo de la vida afectan en forma
distinta al envejecimiento de las mujeres y los hombres (Calasanti, 2004). Como señala Freixas (1997) no se debe homogeneizar a la población mayor en función de su edad porque se limita,
no sólo el papel de las mujeres como apoyo al ejercer y pasar por alto la aportación
efectuada a la vida, sino también su papel como apoyo al ejercer trabajos voluntarios
y en la atención informal que brindan sobre todo a su cónyuge, nietos y a la vecindad
(Arber y Ginn, 1991).
Siguiendo a Freixas (1997), las experiencias vitales de los hombres están intrínsecamente relacionadas con la
edad cronológica como una variable en la que se articulan continuas e ininterrumpidas
series de acontecimientos pertenecientes tanto a la esfera familiar como a la ocupacional.
A diferencia de ellos, en la vida de las mujeres adultas hay una gran variedad de
modelos de rol, no tan centralmente vinculados a la edad cronológica; se presentan
numerosas combinaciones entre el trabajo productivo, reproductivo y comunitario con
diferentes niveles de temporalización y compromiso que hacen que los roles de esposa,
madre y trabajadora puedan adquirir significados diferentes en momentos determinados
del ciclo vital (Freixas, 1997). Estos roles diferenciados entre mujeres y hombres que permean en la sociedad se
deben considerar también al explicar los diferenciales en materia de morbilidad y
mortalidad, así como su vínculo con la situación de pobreza multidimensional de la
población en edad avanzada. Por ejemplo, Salgado y Wong (2007) confirman lo anterior para el caso de las comunidades rurales de Morelos y Guerrero,
en donde debido al número elevado de hijos(as) y la falta de atención preventiva y
curativa para la salud reproductiva a lo largo del ciclo vital, la pobreza afecta
más a las mujeres en contraste con los hombres. Además, mencionan que la tradición
de arreglos residenciales extensos coloca a las mujeres en roles continuos de responsabilidad
hacia la atención a diversas generaciones de las y los integrantes de la familia.
Cuando se examina la vida laboral de las mujeres se comprende que las desigualdades
del mercado laboral se convierten en desigualdades en la jubilación (Freixas, 1997). El tipo de participación en el mercado de trabajo es un predictor económico de
la jubilación. De ahí que el impacto que pueden generar las desigualdades de género
en edades tempranas tiene un efecto significativo y diferenciado en edades adultas,
propiciando que las mujeres tengan mayor probabilidad de caer en pobreza debido a
las limitantes en el acceso a la educación y al mercado laboral. Así, la división
sexual del trabajo, particularmente a lo largo de su periodo de edad reproductiva,
limita a las mujeres a realizar trabajos que les permitan generar ingresos y acumular
ahorros con la consecuencia de que, al llegar a la vejez, no dispongan de recursos
suficientes para tener una buena calidad de vida (Hooyman y Gonyea, 1995; Tepichin, 2009). De ahí que hay un aporte en las investigaciones de género, como señala Chant (2003) a la ampliación de las medidas e indicadores utilizados en las evaluaciones a nivel
macroeconómico con el reconocimiento de la desagregación por hogar como unidad de
medición de los perfiles de pobreza y la relevancia de las evaluaciones participativas
de la pobreza.
En suma, hay una relación tridimensional, como señalan Salgado y Wong (2007: 515-516): Género, vejez y pobreza; que es el resultado de “una secuencia de acciones y experiencias
sociales diferenciadas por sexo que se inicia en edades tempranas y que culminan en
la vejez”. A ello se agrega que en las edades avanzadas se reducen los ingresos autónomos
con pocas posibilidades de encontrar soluciones, en consecuencia, aumentan las posibilidades
de experimentar pobreza (Huenchuan y Guzmán, 2007).
Al evidenciar las desigualdades de género se puede dar una mejor explicación de los
factores relacionados con la pobreza, en particular las diferencias entre la pobreza
femenina y masculina. Además de la edad y la educación que ya fueron mencionados,
los factores que se proponen analizar son los siguientes: Parentesco, situación conyugal,
discapacidad, pertenencia a grupos originarios, actividad económica, capital social
(red económica), tipo de hogar y localidad de residencia.
La jefatura del hogar es un factor importante en el análisis de género. La evidencia
apunta hacia un incremento de hogares encabezados por mujeres. Sin embargo, no hay
consenso sobre su impacto en la pobreza. Por un lado, una cantidad importante de estudios
ha encontrado que hay una relación positiva entre los hogares encabezados por mujeres
y la pobreza, señalándolo como un signo de “feminización” (Buvinić y Gupta, 1997; Rahman, 2013; Coneval, 2014). Por el otro lado, Chant (2008) en el caso de Costa Rica, México y Filipinas; y, Milazzo y van de Walle (2017) en el caso de África, señalan que no se puede generalizar acerca de la pobreza de
las jefas, las cuales no necesariamente están en una peor situación en contraste con
los hogares encabezados por hombres.
La influencia de la situación conyugal ha sido reconocida en la literatura. La población
unida tiende a tener menos probabilidad de pobreza porque la pareja puede participar
en el mercado laboral o porque uno cuida a los(as) niños(as) y pueden tener mayor
ingreso. Por otra parte, como señala Lerman (2002) también hay economías de escala en la compra de bienes y servicios (Lerman, 2002). Al respecto, Garza-Rodríguez et al. (2021) provee evidencia de que las personas solteras (ya sea antes casadas o nunca casadas)
tienen mayor probabilidad de pobreza, aunque Cho y Kim (2017) y Sekhampu (2013) no encontraron evidencia. Específicamente, para las mujeres de edad avanzada, McDonald y Robb (2004) en el caso de Canadá, demuestran que la carga de una separación o un divorcio tiende
a caer entre las mujeres mayores frente a las que no tienen ningún lazo.
Hay coincidencias respecto de la asociación de las incapacidades, el envejecimiento
y las carencias económicas (OECD, 2017), pero no en cuanto a la dirección de la brecha de género. Se encontraron estudios
para distintos países que demuestran que las mujeres discapacitadas son más discriminadas
y se encuentran en desventaja frente a los hombres con discapacidad (Cambois, Solé-Auró y Robine, 2019; Elwan, 1999). Por ejemplo, Rahman y Singh (2019) muestran que la incapacidad restringe sustancialmente la actividad física y la cohesión
social entre las personas mayores y que ésta es significativamente menor entre las
mujeres y las viudas, que radican en áreas urbanas y en clases pobres. En contraste,
Priebe (2018), para el caso de Indonesia, muestra que la discapacidad es desproporcionalmente común
entre los pobres en edades avanzadas y que viven en las áreas rurales, pero enfatizan
que la brecha de género es altamente sensible a las medidas y datos utilizados, por
lo que no se puede generalizar.
La pertenencia a grupos originarios está asociada con altos niveles de pobreza según
distintos estudios, tanto en otros países (Canelas y Salazar, 2014; De Silva, 2008; Jayathilaka et al., 2016; Deyshappriya y Minuwanthi, 2020) como en México (González de Alba, 2010; Villeda, 2017; Fernández-Ramos et al., 2016). En éstos se encuentra que, con base al ingreso de la población indígena frente
a la no indígena, el primer grupo es más pobre. Por otra parte, Canedo (2018) utiliza un enfoque de pobreza multidimensional y encuentra que los grupos indígenas
sufren mayor privación de sus derechos sociales que los no indígenas. No se encontró
evidencia sobre el sentido de la brecha entre mujeres y hombres.
A pesar de su edad avanzada, hay un número importante de p60+ que forma parte de la
Población Económicamente Activa (PEA), lo que confirma la evidencia para otros países.
Kaushal (2014) encontró que el programa de pensión pública para personas mayores de la India tuvo
sólo un efecto moderado en el empleo de la población mayor. La autora señala que la
pensión es insuficiente para inducir un retiro a gran escala. Es decir, la situación
de pobreza va acompañada de una mayor necesidad de participación en la actividad económica,
ante la ausencia de una pensión suficiente. Cabe mencionar que una proporción importante
de mujeres en edades avanzadas, no reciben una pensión o es más baja y tienen ahorros
menores. Lo anterior puede explicarse porque a lo largo de su ciclo vital no lograron
una conciliación entre el trabajo remunerado y no remunerado, es decir, un porcentaje
alto de ellas no logró incorporarse al mercado laboral y tal como mencionan Salgado y Wong (2007) el nivel de bienestar o vulnerabilidad de mujeres y hombres en la vejez es resultado
de la trayectoria de vida y del contexto social, económico e institucional que siguieron.
El capital social, conformado a partir de redes sociales, aparece como una alternativa
para la obtención de recursos que ayudan a mitigar la pobreza. Molyneux (2002) menciona que hay una diferenciación importante entre las redes sociales a las que
acceden mujeres y hombres. La autora señala que las redes sociales masculinas abarcan
espacios con mayor poder económico que las femeninas. Por su parte, Montes de Oca (2003) señala que las redes sociales, fundamentalmente, dan un espacio de identidad social,
apoyo afectivo, e incluso de cuidado, cuando la familia está ausente y un espacio
de seguridad y apoyo en distintos aspectos. También muestra que los hombres participan
menos que las mujeres, y cuando lo hacen pueden tener un papel protagónico.
La estructura y el tipo de hogar también pueden repercutir en la probabilidad de pobreza.
Para el caso de Argentina, Bramajo y Gaiada (2018) muestran que en los hogares donde habitan sólo personas mayores, la tasa de pobreza
es menor en comparación con los otros hogares, aseverando que la pobreza está asociada
a aquellos hogares en donde la población mayor cohabita con otros miembros menores
de 65 años. Para el caso de México, Fernández-Ramos et al. (2016) y Brambila y Urzúa (2010) confirman que la presencia de adultos mayores y de niños(as) en el hogar tienen una
relación directa con la pobreza. Por su parte, Villeda (2017) muestra que los hogares ampliados tienen una mayor probabilidad de pobreza multidimensional,
en comparación con los nucleares.
La localización geográfica del hogar, rural o urbana, tiene un papel importante en
la condición económica de los hogares. Hay una gran cantidad de estudios que demuestran
esta asociación para países en desarrollo (Todaro y Smith, 2011) y para el caso particular de México (Garza-Rodríguez, 2015; Ramírez, 2006) sustentan que la pobreza en el medio rural está acompañada de empleos de baja productividad
y bajo ingreso.
II. Aspectos metodológicos
El estudio de la pobreza se ha caracterizado por la presencia de enfoques más holísticos
que reconocen la necesidad de analizar el fenómeno de manera multidimensional. En
esta sección, se describe la fuente de información y el modelo econométrico a estimar.
II.1. Fuente de información
Para realizar esta investigación se utilizó información derivada de la ENIGH 2020.
La encuesta es representativa a nivel de entidad federativa y el diseño muestral es
complejo, es decir: Probabilístico, estratificado, unietápico y por conglomerados
(unidades primarias de muestreo) por lo que, en esta investigación, tanto para el
análisis descriptivo como para el econométrico, se ajustaron los datos utilizando
la función svy de STATA.
II.2. Modelo empírico
Para identificar a los factores asociados a la pobreza de la p60+ se estimaron modelos
de regresión logística multinomial. Estos modelos son utilizados cuando la variable
dependiente es de respuesta múltiple, es decir, tiene diferentes opciones o categorías,
no ordenadas. Son equivalentes a la estimación simultánea de una serie de regresiones
binarias. Además, las alternativas de respuesta son mutuamente excluyentes, las variables
explicativas o regresoras no varían entre las alternativas de respuesta (Cameron y Trivedi, 2009).
Siguiendo a Long y Freese (2014) la ecuación 1 representa la probabilidad de elegir o estar en alguna de las categorías
de respuesta:
Donde b es la respuesta base (categoría de referencia), m son las categorías de la
variable dependiente; m = 1, 2, …J y j - 1 es el número de logits binarios necesarios
para ser estimados. Además, β es el vector de coeficientes y x representa a las variables
explicativas, es decir, el conjunto de características que influyen en la probabilidad
de estar en J.
En esta investigación resulta útil este método de estimación, porque permite evaluar
el bienestar considerando distintas dimensiones y no sólo el ingreso. La metodología
multidimensional para medir la pobreza en México define cuatro cuadrantes de pobreza:
a) pobres multidimensionales; b) vulnerables por carencias sociales; c) vulnerables
por ingresos y, d) no pobres multidimensionales y no vulnerables.2 Estos cuadrantes de pobreza son utilizados como las categorías de la variable dependiente,
donde la categoría de referencia es: No pobres multidimensionales y no vulnerables.
Se estimaron regresiones, de forma independiente, para mujeres y hombres. En el Cuadro 1 se presenta la descripción de las variables utilizadas en el análisis.
Cuadro 1
Definición de variables.
Variables
|
Definición
|
Dependiente |
Cuadrantes de pobreza
|
-
1, No pobre multidimensional y no vulnerable.*
-
2, Vulnerable por carencias sociales.
-
3, Vulnerables por ingreso.
-
4, Pobres multidimensionales.
|
Explicativas |
Grupo de edad 60-69 años* 70-79 años 80 años o más
|
-
1, Entre 60 y 69 años.
-
2, Entre 70 y 79 años.
-
3, De 80 años o más.
|
Parentesco |
Otro parentesco* Jefe(a)
|
|
Nivel de educación formal |
Sin instrucción* Primaria incompleta o menos Primaria completa Secundaria completa Preparatoria completa Profesional o más
|
-
1, Ningún año aprobado dentro del Sistema Educativo Nacional.
-
2, Preescolar o algún grado aprobado de primaria.
-
3, Primaria completa o algún grado aprobado de secundaria.
-
4, Secundaria completa o algún grado aprobado de preparatoria.
-
5, Preparatoria completa o algún grado aprobado de profesional.
-
6, Profesional completa o algún grado de posgrado.
|
Situación conyugal |
Soltero(a)* Unido(a) Separado Viudo(a)
|
-
1, Está soltero(a).
-
2, Vive con su pareja o en unión libre o está casado(a).
-
3, Está separado(a) o divorciado(a).
-
4, Está viudo(a).
|
Discapacidad |
Sin discapacidad* Con discapacidad
|
-
0, No presenta limitación.
-
1, Presenta limitación para moverse, caminar, usar sus brazos o piernas, persona ciega,
sorda o muda, retraso o deficiencia mental.
|
Lengua indígena |
No Habla* Habla
|
0, No habla lengua indígena. 1, Habla alguna lengua indígena o dialecto.
|
Condición de actividad económica |
No Activo(a)* Activo(a)
|
0, No desempeñó una actividad económica (PNEA). 1, Desempeñó una actividad económica durante el mes pasado (PEA).
|
Red económica |
No cuenta* Cuenta
|
0, No cuenta con ayuda. 1, Cuenta con ayuda para pedir prestada una cantidad de dinero correspondiente al
ingreso de un mes o para conseguir un trabajo.
|
Tipo de hogar |
No familiar* Familiar
|
0, Hogar formado por una sola persona (unipersonal) o de corresidentes (en el que
ninguno de los miembros tiene relación de parentesco con el jefe o la jefa del hogar). 1, Hogar formado por un(a) jefe(a) y su cónyuge o un(a) jefe(a) y su cónyuge con
hijos(as) no casados(as), o un(a) jefe(a) con hijos(as) no casados(as) (nuclear);
Hogar nuclear con otros parientes o un(a) jefe(a) con otros parientes (ampliado).
|
Localidad |
Urbana* Rural
|
0, Localidades con 2,500 y más habitantes. 1, Localidades con menos de 2,500 habitantes.
|
III. Pobreza multidimensional en las personas mayores
Los resultados de la estimación de pobreza 2020, muestran que 72.3 por ciento de la
p60+ era pobre o vulnerable. De forma específica, 37.6 por ciento (6.5 millones de
personas) se encontraba en situación de pobreza: 31.0 por ciento en pobreza moderada
y 6.6 por ciento en extrema. Además, 26.1 por ciento eran vulnerables por carencias
sociales y 8.6 por ciento vulnerable por ingresos. También, 63.6 por ciento de la
p60+ tenía por lo menos una carencia social y 46.2 por ciento un ingreso inferior
a la línea de bienestar. En promedio, 42.7 por ciento de esta población presentó rezago
educativo, 32.6 por ciento, carencia por acceso a la seguridad social, 16.6 por ciento,
carencia por acceso a servicios básicos de la vivienda, 16.5 por ciento, carencia
por acceso a alimentación, 19.9 por ciento, carencia por acceso a servicios de salud
y 5.3 por ciento, carencia por acceso a calidad y espacios de la vivienda.
Cabe mencionar que la metodología del Consejo Nacional de Evaluación de la Política
de Desarrollo Social (Coneval) considera que una de las formas de acceder a la seguridad
social es a partir de los Programas de Adulto Mayor (PAM) estatales y federales. En
2019, se instauró el Programa Pensión para el Bienestar de las Personas Adultas Mayores,
de carácter universal que, para el año 2020, otorgó apoyos bimestrales por 2,620.00
pesos (1,310.00 pesos mensuales) a la p65+. De acuerdo con el Coneval (2021: 15) este apoyo mejoró el acceso a la seguridad social, la p65+ “con ingreso por PAM mayor
o igual al promedio de las LPEI rural y urbano o que cuentan con una pensión (jubilación)
aumentó en 17.0 puntos porcentuales entre 2018 y 2020”. Además, el incremento en los
montos permitió que un número importante de la p65+ estuvieran por encima del valor
de la línea promedio de la Línea de Pobreza Extrema por Ingresos (LPEI). Asimismo,
se presentó un aumento “de 2.2 millones de personas que recibieron un programa de
adultos mayores respecto a 2018” (Coneval, 2021: 16).
III.1. La pobreza en la vejez: ¿un problema de desigualdad de género?
Entre la p60+ en México se identifica que 37.5 por ciento de las mujeres y 37.6 por
ciento de los hombres se encontraban en situación de pobreza, es decir, en términos
relativos no puede afirmarse que la pobreza afecte más a uno que a otro. Sin embargo,
las diferencias son más observables cuando se analizan los distintos indicadores de
carencia social y cuando se desagregan diferentes subgrupos de población a partir
de características sociodemográficas, económicas y de contexto local; e incluso en
términos absolutos, por ejemplo, por cada 100 hombres en pobreza moderada y extrema,
hay cerca de 122 y 107 mujeres en esta misma situación, respectivamente. Como señalan
Salgado y Wong (2007: 516) “las mujeres añosas tienden a vivir en pobreza más que los hombres”.
Con relación a los indicadores de carencia social, se puede observar que el mayor
porcentaje de la p60+ mexicana enfrenta carencia por rezago educativo. El porcentaje
de mujeres con esta carencia es 5.6 puntos porcentuales más alto en comparación al
de los hombres (Cuadro 2). Se debe tomar en cuenta las menores oportunidades de alfabetismo y escolaridad
para las mujeres, consecuencia de los roles y estereotipos de género. En el resto
de los indicadores de carencia social hay un mayor porcentaje de hombres en comparación
al de mujeres, pero es importante señalar que, en términos absolutos, el número de
mujeres con carencia a acceso a alimentación es considerablemente mayor al de hombres.
Cuadro 2
México. Porcentaje* y número de la p60+ por sexo según indicador de pobreza, 2020.
|
Mujeres
|
Hombres
|
Total
|
Porcentaje
|
Miles de personas
|
Porcentaje
|
Miles de personas
|
Porcentaje
|
Miles de personas
|
Pobreza
|
37.5
|
3,523.8
|
37.6
|
2,963.4
|
37.5
|
6,487.2
|
Pobreza moderada
|
31.2
|
2,936.3
|
30.6
|
2,413.9
|
31.0
|
5,350.2
|
Pobreza extrema
|
6.3
|
587.5
|
7.0
|
549.5
|
6.5
|
1,137.0
|
Vulnerables por carencias
|
26.0
|
2,443.8
|
26.2
|
2,059.8
|
26.1
|
4,503.6
|
Vulnerables por ingresos
|
8.7
|
820.2
|
8.5
|
670.2
|
8.6
|
1,490.4
|
No pobres y no vulnerables
|
27.8
|
2,616.0
|
27.7
|
2,180.8
|
27.8
|
4,796.8
|
Indicadores de carencia social |
Rezago educativo
|
45.3
|
4,255.3
|
39.6
|
3,122.1
|
42.7
|
7,377.4
|
Carencia por acceso a los servicios de salud
|
18.2
|
1,712.2
|
21.9
|
1,727.9
|
19.9
|
3,440.1
|
Carencia por acceso a la seguridad social
|
30.7
|
2,887.2
|
34.8
|
2,737.1
|
32.6
|
5,624.3
|
Carencia por calidad y espacios en la vivienda
|
4.9
|
459.5
|
5.8
|
454.6
|
5.3
|
914.1
|
Carencia por acceso a los servicios de básicos en la vivienda
|
15.3
|
1,441.3
|
18.1
|
1,422.8
|
16.6
|
2,864.2
|
Carencia por acceso a la alimentación
|
15.8
|
1,484.1
|
17.5
|
1,374.7
|
16.5
|
2,858.8
|
Privación social |
Población con al menos una carencia social
|
63.5
|
5,967.5
|
63.8
|
5,023.2
|
63.6
|
10,990.7
|
Población con al menos tres carencias sociales
|
20.2
|
1,897.2
|
22.3
|
1,757.9
|
21.2
|
3,655.1
|
Bienestar |
Población con ingreso inferior a la línea de pobreza por ingresos
|
46.2
|
4,343.9
|
46.1
|
3,633.6
|
46.2
|
7,977.6
|
Población con ingreso inferior a la línea de pobreza extrema por ingresos
|
13.1
|
1,235.1
|
14.0
|
1,100.5
|
13.5
|
2,335.6
|
Respecto al espacio de bienestar económico, aproximadamente la mitad de la p60+ tiene
un ingreso inferior a la línea de pobreza por ingresos.3 Aunque en términos porcentuales la brecha por sexo es reducida, en número absolutos
equivale a 710 mil mujeres más en comparación con los hombres. Se trata principalmente
de mujeres mayores con escasas posibilidades para adquirir una canasta alimentaria
y no alimentaria de consumo básico, situación que repercute de manera negativa en
su autonomía y posición social, y al mismo tiempo anula las posibilidades de un envejecimiento
en condiciones de dignidad y seguridad, que como mencionan Huenchuan y Guzmán (2007) debería ser un derecho al que tuvieran acceso todas las personas en la última etapa
de su vida.
En este trabajo argumentamos que la pobreza se vive en forma diferente y que las mujeres
tienen una mayor probabilidad de pobreza en contextos específicos, por ejemplo, cuando
la mujer encabeza el hogar, pertenece a una localidad rural, presenta una discapacidad
o es hablante de lengua indígena, lo cual es necesario ser analizado en profundidad.
III.2. Características sociodemográficas y económicas de las personas mayores
Enseguida se revisan las principales características sociodemográficas y económicas
de la p60+ mexicana utilizando los cuadrantes definidos por el Coneval (Cuadro 3). Con relación a la edad, aproximadamente entre un quinto y un décimo de la p60+
tiene más de 80 años, y en los cuadrantes de pobreza y vulnerables por carencias,
la proporción de mujeres es mayor que los hombres, así como en el grupo de edad entre
70 y 79 en los vulnerables por carencias.
Cuadro 3
México. Características sociodemográficas de la p60+ por indicador de pobreza según
sexo, 2020.
Variables
|
Pobreza
|
Vulnerables por carencias
|
Vulnerables por ingresos
|
No pobres y no vulnerables
|
Mujeres
|
Hombres
|
Mujeres
|
Hombres
|
Mujeres
|
Hombres
|
Mujeres
|
Hombres
|
Grupos de edad |
60-69 años
|
52.8
|
54.4
|
47.8
|
51.8
|
63.1
|
59.3
|
60.5
|
55.2
|
70-79 años
|
29.6
|
30.1
|
31.5
|
30.6
|
28.2
|
31.0
|
28.6
|
30.5
|
80 años o más
|
17.6
|
15.5
|
20.7
|
17.6
|
8.7
|
9.7
|
10.9
|
14.3
|
Total
|
100.0
|
100.0
|
100.0
|
100.0
|
100.0
|
100.0
|
100.0
|
100.0
|
Parentesco |
Otro parentesco
|
58.0
|
17.2
|
50.7
|
13.0
|
62.2
|
10.4
|
57.9
|
11.6
|
Jefe(a)
|
42.0
|
82.8
|
49.3
|
87.0
|
37.8
|
89.6
|
42.1
|
88.4
|
Total
|
100.0
|
100.0
|
100.0
|
100.0
|
100.0
|
100.0
|
100.0
|
100.0
|
Nivel de educación formal |
Sin instrucción
|
32.6
|
24.0
|
22.7
|
18.4
|
0.0
|
0.0
|
0.0
|
0.0
|
Primaria incompleta o menos
|
40.2
|
39.5
|
46.4
|
42.0
|
0.0
|
0.0
|
0.0
|
0.0
|
Primaria completa
|
17.3
|
20.8
|
14.7
|
16.0
|
56.7
|
45.6
|
35.4
|
28.5
|
Secundaria completa
|
7.5
|
9.4
|
9.3
|
10.4
|
32.1
|
33.3
|
34.1
|
25.8
|
Preparatoria completa
|
1.6
|
4.0
|
3.6
|
5.8
|
7.5
|
11.8
|
14.5
|
15.3
|
Profesional o más
|
0.8
|
2.4
|
3.3
|
7.4
|
3.8
|
9.3
|
16.1
|
30.4
|
Total
|
100.0
|
100.0
|
100.0
|
100.0
|
100.0
|
100.0
|
100.0
|
100.0
|
Situación conyugal |
Soltero(a)
|
7.3
|
5.5
|
6.8
|
6.4
|
6.1
|
1.8
|
7.8
|
2.9
|
Unido(a)
|
45.8
|
75.9
|
40.6
|
65.1
|
54.5
|
83.6
|
51.0
|
78.7
|
Separado
|
9.8
|
6.3
|
11.0
|
10.2
|
11.1
|
5.5
|
11.2
|
7.9
|
Viudo(a)
|
37.0
|
12.3
|
41.6
|
18.3
|
28.3
|
9.1
|
30.0
|
10.5
|
Total
|
100.0
|
100.0
|
100.0
|
100.0
|
100.0
|
100.0
|
100.0
|
100.0
|
Discapacidad |
Sin discapacidad
|
68.4
|
69.7
|
68.4
|
73.0
|
78.6
|
80.7
|
82.9
|
84.8
|
Con discapacidad
|
31.6
|
30.3
|
31.6
|
27.0
|
21.4
|
19.3
|
17.1
|
15.2
|
Total
|
100.0
|
100.0
|
100.0
|
100.0
|
100.0
|
100.0
|
100.0
|
100.0
|
Lengua indígena |
No habla
|
85.4
|
84.9
|
92.8
|
92.6
|
98.5
|
97.5
|
98.8
|
97.8
|
Habla
|
14.6
|
15.1
|
7.2
|
7.4
|
1.5
|
2.5
|
1.2
|
2.2
|
Total
|
100.0
|
100.0
|
100.0
|
100.0
|
100.0
|
100.0
|
100.0
|
100.0
|
Condición de actividad económica |
No económicamente activa
|
71.6
|
39.6
|
71.7
|
40.4
|
84.5
|
63.4
|
81.8
|
62.6
|
Económicamente activa
|
28.4
|
60.4
|
28.3
|
59.6
|
15.5
|
36.6
|
18.2
|
37.4
|
Total
|
100.0
|
100.0
|
100.0
|
100.0
|
100.0
|
100.0
|
100.0
|
100.0
|
Red económica |
No cuenta
|
84.4
|
78.2
|
77.1
|
69.9
|
78.6
|
74.3
|
68.1
|
62.7
|
Cuenta
|
15.6
|
21.8
|
22.9
|
30.1
|
21.4
|
25.7
|
31.9
|
37.3
|
Total
|
100.0
|
100.0
|
100.0
|
100.0
|
100.0
|
100.0
|
100.0
|
100.0
|
Tipo de hogar |
No familiar
|
9.5
|
7.3
|
19.7
|
19.4
|
6.3
|
3.4
|
13.1
|
9.8
|
Familiar
|
90.5
|
92.7
|
80.3
|
80.6
|
93.7
|
96.6
|
86.9
|
90.2
|
Total
|
100.0
|
100.0
|
100.0
|
100.0
|
100.0
|
100.0
|
100.0
|
100.0
|
Localidad |
Urbana
|
71.9
|
68.3
|
68.5
|
63.1
|
96.4
|
95.5
|
95.3
|
93.7
|
Rural
|
28.1
|
31.7
|
31.5
|
36.9
|
3.6
|
4.5
|
4.7
|
6.3
|
Total
|
100.0
|
100.0
|
100.0
|
100.0
|
100.0
|
100.0
|
100.0
|
100.0
|
El rezago educativo es definitivamente más alto en los cuadrantes de pobreza y vulnerable
por carencias: 72.8 por ciento de las mujeres no tienen instrucción o primaria completa
en el cuadrante de pobreza, frente a 63.5 por ciento de los hombres; y 69.1 por ciento
de las mujeres en comparación con 60.4 por ciento de los hombres en el cuadrante de
vulnerables por carencias.
Como era de esperarse, los hombres tienden a encabezar hogares en un porcentaje mayor
que las mujeres, el cual está alrededor del doble (aproximadamente 40 por ciento de
las mujeres contra 85 por ciento de los hombres). Dos importantes diferencias entre
mujeres y hombres se aprecian respecto a la situación conyugal. La mayoría de los
hombres son unidos, el porcentaje más alto se encuentra en el cuadrante de vulnerables
por ingreso (83.6 por ciento). Por otra parte, en las mujeres destaca la situación
de viudez, los porcentajes más altos se observan en los cuadrantes de vulnerables
por carencias (41.6 por ciento) y pobreza (37 por ciento).
Como es de esperarse, en esta etapa de vida de la población, donde el propio proceso
de envejecimiento merma la salud de las personas mayores, la discapacidad está presente
en todos los cuadrantes. Esta situación afecta en alrededor de una tercera parte a
la p60+ en pobreza. El mayor porcentaje de mujeres con discapacidad se presenta en
el cuadrante de vulnerables por carencias (31.6 por ciento de las mujeres frente a
27 por ciento de los hombres).
Sobre la condición de habla de lengua indígena, predomina la p60+ que no habla. Entre
quienes hablan lengua indígena los porcentajes son significativamente más altos en
el cuadrante de pobreza (14.6 por ciento de las mujeres y 15.1 por ciento de los hombres).
Por otro lado, los porcentajes más bajos de hablantes aparecen en el cuadrante de
no pobres y no vulnerables (1.2 por ciento de las mujeres, en contraste con 2.2 por
ciento de los hombres).
Con relación a la actividad económica los datos confirman una participación importante
de la p60+ en el mercado laboral: Alrededor de dos terceras partes de los hombres
continúa perteneciendo a la PEA, es decir, realizando actividades económicas en los
cuadrantes de pobreza y vulnerables por carencia. No así en los vulnerables por ingreso
o no pobres. Respecto a las mujeres, sucede lo mismo, pero en menor proporción, una
de cada tres.
La mayor parte de la p60+ no cuenta con una red económica. Sin embargo, se observa
que, entre quienes sí la tienen, hay una menor proporción en el cuadrante de pobreza.
Asimismo, se observa que la proporción de hombres que la tienen es mayor que la de
las mujeres, siendo mayor la brecha en el cuadrante de vulnerables por carencias (22.9
por ciento de las mujeres frente a 30.1 por ciento de los hombres) y el de pobreza
(15.6 por ciento frente a 21.8 por ciento).
Se observa que predomina el tipo de hogar familiar, con una menor participación entre
la población femenina. No obstante, la participación de los hogares no familiares,
es decir, de corresidentes y unipersonales, es mayor en el cuadrante de los hogares
vulnerables por carencias (19.7 de las mujeres y 19.4 por ciento de los hombres).
Si bien la población rural aparece con una menor proporción en todos los casos, la
presencia de p60+ en localidades rurales es mayor en los cuadrantes de pobreza y vulnerables
por carencia, aproximadamente tres de cada diez personas.
III.3. Resultados
En el Cuadro 4 se presentan los factores asociados a la pobreza multidimensional de la p60+, se
estimaron modelos de regresión logística multinomial, de forma independiente, para
mujeres y hombres. Algunas variables utilizadas en el análisis descriptivo tuvieron
que ser omitidas en el modelo econométrico; el nivel de educación formal no se integró
debido a que este indicador es utilizado en la construcción de la variable dependiente.
Por su parte, el Programa Pensión para el Bienestar de las Personas Adultas Mayores
tampoco se incluyó ya que forma parte de la medición de la carencia por acceso a la
seguridad social, quedando pendiente el análisis de su efecto para futuras investigaciones.
Mientras que la situación conyugal presentó problemas de multicolinealidad.
Cuadro 4
México. Determinantes de la pobreza multidimensional de la p60+ por sexo (odds ratio).
Categoría de referencia: No pobres y no vulnerables.
Variable
|
Pobreza
|
Vulnerables por carencias
|
Vulnerables por ingresos
|
Mujeres
|
Hombres
|
Mujeres
|
Hombres
|
Mujeres
|
Hombres
|
Grupos de edad |
60-69 años* |
70-79 años
|
1.110
|
1.15* |
1.28*** |
1.22** |
0.920
|
0.950
|
(0.073)
|
(0.085)
|
(0.087)
|
(0.090)
|
(0.091)
|
(0.103)
|
80 años o más
|
1.62*** |
1.84*** |
1.98** |
2.20*** |
0.69** |
0.800
|
(0.163)
|
(0.205)
|
(0.198)
|
(0.250)
|
(0.129)
|
(0.141)
|
Parentesco |
Otro parentesco
|
Jefe(a)* |
1.17** |
0.56*** |
1.18** |
0.65*** |
1.040
|
0.960
|
(0.075)
|
(0.057)
|
(0.082)
|
(0.068)
|
(0.097)
|
(0.143)
|
Discapacidad |
Sin discapacidad
|
Con discapacidad
|
2.07*** |
2.43*** |
1.88*** |
2.09*** |
1.32** |
1.38** |
(0.146)
|
(0.208)
|
(0.138)
|
(0.188)
|
(0.152)
|
(0.172)
|
Hablante de lengua indígena |
No hablante
|
Hablante
|
8.81*** |
4.7*** |
3.76*** |
1.94*** |
1.220
|
1.030
|
(1.490)
|
(0.703)
|
(0.654)
|
(0.311)
|
(0.343)
|
(0.293)
|
Condición de actividad económica |
No económicamente activa
|
Económicamente activa
|
1.98*** |
3.41*** |
1.98*** |
3.16*** |
0.860
|
1.120
|
(0.131)
|
(0.240)
|
(0.136)
|
(0.228)
|
(0.093)
|
(0.114)
|
Red económica |
No cuenta* |
Cuenta
|
0.42*** |
0.47*** |
0.64*** |
0.70*** |
0.60*** |
0.60*** |
(0.028)
|
(0.033)
|
(0.041)
|
(0.048)
|
(0.058)
|
(0.061)
|
Tipo de hogar |
No familiar* |
Familiar
|
1.65*** |
1.170
|
0.71*** |
0.40*** |
2.25*** |
2.89*** |
(0.150)
|
(0.120)
|
(0.064)
|
(0.038)
|
(0.358)
|
(0.582)
|
Localidad |
Urbana* |
Rural
|
6.10*** |
4.67*** |
8.43*** |
6.61*** |
0.72** |
0.68** |
(0.450)
|
(0.343)
|
(0.618)
|
(0.501)
|
(0.096)
|
(0.089)
|
Las pruebas de Wald indican que los coeficientes de todas las variables independientes
son significativamente diferentes de cero, en ambos modelos. Los datos fueron ajustados
con la función svy de STATA, al considerar la ponderación, los estratos y los conglomerados
(unidades primarias de muestreo), se evitan estimaciones y parámetros sesgados, además,
se reducen los errores estándar, permitiendo obtener pruebas de hipótesis y resultados
más fiables. Los resultados se presentan en odds ratio (OR) o razón de momios o probabilidades,
que muestran un cociente entre la probabilidad de ocurrencia del evento y la probabilidad
de no ocurrencia. Es decir, la OR de la p60+ de encontrarse en alguno de los cuadrantes
de pobreza debido a la presencia de una condición específica; por ejemplo, estar en
las edades 70-79, 80 y más, tomando como categoría de referencia el grupo 60-69; ser
jefe(a) de hogar, en comparación con otro parentesco; presentar alguna discapacidad,
frente a no tenerla; entre otras. Su interpretación se realiza en función al número
de veces en que es más (cuando es mayor a 1) o en su caso menos (cuando el valor es
menor a 1) la posibilidad de ocurrencia o no del evento.
En lo referente a los grupos de edad, los resultados confirman la relación directa
encontrada por otros estudios (Garza-Rodríguez, 2015; Garza-Rodríguez et al., 2021, y Yamada, 2018), con algunos matices al analizar la pobreza multidimensional. La edad entre 70 y
79 tiene un efecto positivo sólo en el cuadrante de vulnerables por carencias, siendo
mayor la razón de probabilidades en las mujeres (1.28 frente a 1.22 de los hombres).
En cambio, en el grupo de edad de 80+ el efecto positivo ocurre tanto en el cuadrante
de pobreza (1.62 en mujeres y 1.84 en hombres), como en el de vulnerables por carencias
(1.98 y 2.20, respectivamente); es decir el efecto es mayor entre la población masculina.
Llama la atención que, en el cuadrante de vulnerables por ingresos, hay un efecto
negativo para las mujeres (0.69), lo cual puede explicarse porque tienen cubiertos
sus derechos sociales, por lo tanto, tienen gastos en consumo menores a quienes deben
cubrir algunas carencias en los otros cuadrantes, cabe mencionar que la variable no
resultó significativa en el caso de los hombres.
Respecto al parentesco, la jefatura femenina tiene un efecto positivo en los cuadrantes
de pobreza (1.17) y vulnerables por carencias (1.18). Mientras que, en el caso de
los hombres, ser jefe reduce la razón de probabilidades (0.56 y 0.65). La desventaja
de las mujeres jefas puede estar asociada con la ausencia de apoyo de una contraparte,
recordemos que en las edades avanzadas hay una mayor proporción de viudas, separadas
y divorciadas. Nuestros resultados aportan evidencia al debate sobre la relación entre
pobreza y los hogares de jefatura femenina (Buvinić y Gupta, 1997; Rahman, 2013). La variable no resultó significativa en el cuadrante de vulnerables por ingresos,
ni para hombres, ni mujeres.
La presencia de discapacidad aumenta la razón de probabilidad de ser pobre (2.07 para
mujeres y 2.43 en hombres), vulnerable por carencias (1.88 y 2.09) y vulnerables por
ingresos (1.32 y 1.38). A diferencia de Cambois, Solé-Auró y Robine (2019) y Elwan (1999) que señalan que las mujeres discapacitadas son más discriminadas y enfrentan mayores
desventajas que los hombres con discapacidad, el efecto es mayor en el caso de ellos.
La condición de lengua indígena incrementa la razón de probabilidad en los dos cuadrantes
de pobreza y vulnerables por carencias, pero en particular en el primero, en donde
la OR para las mujeres (8.81) es casi el doble, frente a la OR de los hombres (4.7).
La variable no resultó estadísticamente significativa en el cuadrante de vulnerables
por ingresos. Estos resultados comprueban lo que plantea González de Alba (2010), sobre las condiciones de desventaja que enfrentan las poblaciones originarias, así
como la mayor probabilidad de pobreza, encontrada por otros autores (González de Alba, 2010; Villeda, 2017; Fernández-Ramos et al., 2016).
Se encontró un efecto positivo de la actividad económica sobre la pobreza (1.98 en
mujeres y 3.41 en hombres) y la vulnerabilidad por carencias sociales, más alto para
el caso de los hombres (1.98 y 3.16). Cabe mencionar que se esperaba un efecto negativo,
ya que al tener una actividad económica mejoraría la situación económica, y en consecuencia
disminuiría la pobreza. Se requiere de más información para identificar el tipo de
actividad económica y las condiciones en las que se realiza. Además de revisar la
presencia de otros recursos en las edades avanzadas, como la pensión contributiva
y no contributiva e identificar si éstas son suficientes.
El modelo aporta evidencia sobre la importancia de las redes sociales ante la falta
de apoyos institucionales, de seguridad social y la baja capacidad de ahorro y acumulación
de bienes en la vejez (Ham, 2003). La red económica tuvo una razón de probabilidades inversa, tanto para mujeres como
para hombres, reduciendo la probabilidad de ser pobre o vulnerables por carencia o
ingreso. Sin embargo, en el caso de las mujeres el efecto de la OR fue menor en comparación
con el de los hombres, lo que sugiere que ellos crean vínculos con mayor valor económico
en comparación con las redes establecidas por ellas (Molyneux, 2002).
Pertenecer a un hogar familiar, frente a un hogar no familiar, reduce la razón de
probabilidad de ser vulnerable por carencias (0.71 para mujeres y 0.40 para hombres).
Por el contrario, la variable tiene un efecto positivo en el cuadrante de vulnerable
por ingresos (2.25 y 2.89) y para la población femenina en el cuadrante de pobreza
(1.65).
En consonancia con los estudios de Ramírez (2006) y Garza-Rodríguez (2015), la residencia en localidades rurales incrementa la razón de probabilidad de ser
pobre y vulnerable por carencias, tanto para la p60+ femenina como masculina. Es probable
que las carencias en los entornos rurales son mayores que en la urbanas (falta de
agua potable, viviendas inadecuadas, entre otras) y sólo una proporción menor ha logrado
cubrirlas. Las OR tienen un efecto positivo notable entre las mujeres en comparación
con los hombres (6.10 y 4.67) en el cuadrante de pobreza y (8.43 y 6.61) en el de
vulnerables por carencias sociales. En el cuadrante de vulnerables por ingresos el
efecto es negativo (0.72 y 0.68).
El análisis anterior permitió examinar el efecto de cada factor sobre la razón de
probabilidades de la pobreza multidimensional y, principalmente, mostramos la relevancia
de los factores explicativos en los cuadrantes de pobreza debido a que algunas variables
no fueron estadísticamente significativas en la categoría de vulnerables por carencias
y vulnerables por ingresos. Sin embargo, no siempre estos factores ocurren en forma
aislada, sino que pueden presentarse de manera simultánea, por lo cual en el Cuadro 5 se presenta un análisis de escenarios de distintas combinaciones de variables seleccionadas
para el grupo de edad 80+.
Cuadro 5
México. Probabilidades de pobreza del grupo de edad 80+.
Variables
|
Probabilidad
|
Mujeres
|
Hombres
|
Sin red
|
Jefatura
|
0.481
|
0.468
|
Jefatura + Discapacidad
|
0.553
|
0.564
|
Jefatura + Hablante de lengua indígena
|
0.754
|
0.729
|
Jefatura + Localidad rural
|
0.454
|
0.497
|
Con red
|
Jefatura
|
0.337
|
0.345
|
Jefatura + Discapacidad
|
0.419
|
0.448
|
Jefatura + Hablante de lengua indígena
|
0.651
|
0.626
|
Jefatura + Localidad rural
|
0.395
|
0.392
|
Se parte de considerar tres características constantes: Persona adulta mayor del grupo
de edad de 80+, económicamente activa, con residencia en un hogar familiar. A partir
de la estimación de efectos marginales en valores representativos, puede observarse
cómo la probabilidad de pobreza aumenta cuando se agrega una condición específica
como ser jefe(a) de hogar, tener una discapacidad, ser hablante de lengua indígena
o vivir en una localidad rural; o disminuye en el caso de contar con una red económica.
El primer efecto que se analiza es el de parentesco. Las personas que sostienen la
jefatura del hogar tienen una mayor probabilidad de encontrarse en pobreza, en comparación
con aquellas que tienen otro parentesco. La probabilidad es mayor para las mujeres
(0.481) en comparación con la de los hombres (0.468): Como se señaló en párrafos anteriores
la desventaja de las mujeres jefas puede estar asociada a la falta de apoyo complementario
de una contraparte.
Manteniendo las demás variables constantes, al evaluar el efecto de la jefatura del
hogar más la discapacidad, se encontró que las mujeres en comparación con los hombres
tienen menor probabilidad (0.553 contra 0.564). Se comprueba de nueva cuenta que la
condición de habla indígena es la variable con el mayor efecto en la probabilidad
de pobreza tanto para la población femenina como masculina; sin embargo, esta probabilidad
es más alta en las mujeres (0.754). Los resultados también muestran que vivir en una
localidad rural aumenta la probabilidad de pobreza, pero el efecto de esta variable
de contexto territorial es menor al efecto de características individuales como la
discapacidad y la lengua indígena.
Respecto al acceso a capital social por medio de redes sociales, nuestros resultados
confirman lo expuesto por Montes de Oca (2003), en el sentido de que las redes sociales son una estrategia que pueden ayudar a mejorar
la calidad de vida de las poblaciones; tal como se observa, contar con una red económica
reduce la probabilidad de pobreza, tanto para mujeres como hombres, independientemente
de las características analizadas.
Conclusiones
El proceso de envejecimiento demográfico se advierte como inevitable, son diversos
los retos y desafíos que plantea este fenómeno. Los resultados de esta investigación
muestran que la p60+ en México es particularmente vulnerable a la inseguridad económica,
situación que se relaciona con una mayor incidencia de la pobreza.
La revisión de estadísticas e indicadores sobre pobreza bajo una metodología multidimensional
ilustra la importancia de analizar la pobreza desde el punto de vista de las carencias
que afectan a la población y no solamente los ingresos. Entre la p60+ es relevante
el rezago educativo, es el derecho social menos cubierto y que afecta las oportunidades
económicas. Por otra parte, entre las carencias es importante mencionar la insuficiencia
de acceso a la salud y la seguridad social, limitando las oportunidades de seguridad
económica, reduciendo la calidad de vida y generando gastos que no tienen la p60+
que es vulnerable por ingreso. Esta es una primera contribución de este trabajo.
En el análisis de género se visibilizan las diferencias en los factores explicativos
entre mujeres y hombres. Con ello se destaca la importancia de analizar el tema de
pobreza con un enfoque de género, esta es una segunda contribución del trabajo. Si
bien las diferencias en término relativos entre mujeres son mínimas, es importante
considerar que la vejez se caracteriza como un proceso de feminización, derivado de
la mayor sobrevivencia de las mujeres. A ello hay que agregar que los factores socio-culturales
y económicos que permean a lo largo del ciclo de vida afectan de manera diferenciada
el envejecimiento de mujeres y hombres. Con relación a las primeras, las desigualdades
en el acceso a la educación, la división sexual del trabajo y las desigualdades del
mercado laboral inciden de manera negativa en sus condiciones de jubilación y limitan
sus posibilidades de ahorro.
Entre los resultados del análisis econométrico destaca que para los cuadrantes de
pobreza y vulnerables por carencias, las razones de probabilidad son mayores en el
grupo de edad 80+, con discapacidad, hablante de lengua indígena, económicamente activos
y en zonas rurales. Mientras que en el cuadrante de vulnerables por ingresos estos
factores son menores o no son significativos.
Cabe mencionar que en los tres cuadrantes la discapacidad, la red económica y la localidad
rural resultaron estadísticamente significativas. Sin embargo, en este último caso
el efecto es opuesto en el cuadrante de vulnerables por ingreso, en el que el coeficiente
de probabilidades en la localidad rural es menor que uno.
En cuanto a las diferencias entre mujeres y hombres las razones de probabilidad de
las variables de discapacidad y actividad económica, son mayores para los hombres
en el grupo de edad 80+, tanto en ser pobres como vulnerables por carencias. Mientras
que en desventaja para las mujeres está la jefatura de hogar que incrementa las razones
de probabilidad para las mujeres y la reduce para los hombres; en el habla de lengua
indígena, aunque tiene el mismo efecto positivo para ambos, el efecto del incremento
es mayor para las mujeres, así como en la localidad rural. Si bien las redes tienen
un efecto inverso en todos los cuadrantes, el efecto es menor en la razón de probabilidad,
en el caso de las mujeres. Los resultados de escenarios a partir de características
seleccionadas confirman que la variable de mayor efecto en la probabilidad de pobreza
es la condición de habla indígena. De la misma forma, se afirma que la población que
cuenta con una red económica reduce esta probabilidad.
Una limitación de esta investigación fue el escaso análisis del efecto de variables
como el efecto del Programa Pensión para el Bienestar de las Personas Adultas Mayores,
otras transferencias del gobierno y de las pensiones contributivas, así como el uso
del tiempo destinado a actividades de trabajo doméstico y de cuidados no remunerado.
Nuestros resultados invitan a reflexionar sobre la importancia de analizar, a lo largo
del ciclo de vida de las mujeres y de los hombres, el efecto que tiene la división
sexual del trabajo y el uso diferenciado del tiempo en edades avanzadas, que puede
ser abordado en futuras líneas de investigación.