Comentarios a la obra El capital en el siglo XXI,
de Thomas Piketty*

 

Jaime Ros Bosch**

 

Estas notas tratan tres temas relacionados con la obra de Thomas Piketty, El capital en el siglo XXI: 1) la principal contribución de esta obra, 2) algunos aspectos descuidados en las reseñas del libro y 3) su relevancia para México.

 

1. La contribución de Piketty

La principal contribución de este libro es, primero, exponer los resultados de una amplia investigación histórica sobre las desigualdades económicas que cubre más de dos siglos para algunos países y periodos más cortos para un conjunto de países desarrollados y en desarrollo. La utilización de información fiscal para medir la participación en el total de los ingresos más altos, presente en trabajos anteriores de Piketty, ya había, por sí misma, revolucionado el estudio de la distribución del ingreso. La segunda contribución consiste en aclarar, con un marco conceptual original y sencillo, las fuerzas que en una economía de mercado determinan la dinámica de la desigualdad en la distribución del ingreso y la riqueza.

El principal aporte de la investigación histórica puede verse como sigue. Hasta hace unas dos o tres décadas existía consenso entre buena parte de los economistas en torno a que la llamada curva de Kuznets describía adecuadamente la dinámica de la desigualdad durante el desarrollo del capitalismo: la desigualdad aumenta en la etapas iniciales e intermedias del desarrollo económico, cuando el avance del sector capitalista todavía coexiste con amplios sectores precapitalistas, y luego disminuye, cuando la economía transita hacia su etapa madura, en la que los sectores precapitalistas han desaparecido en gran medida. El consenso en torno a la curva de Kuznets empezó a resquebrajarse cuando, a principios de los ochenta, la tendencia hacia la desconcentración del ingreso empieza a revertirse y la desigualdad vuelve a aumentar, pero por un tiempo esta reversión fue vista como una aberración pasajera. La contribución de Piketty consiste en mostrar que, en verdad, tal aberración pasajera es el periodo de desconcentración que se inicia en el periodo de entreguerras y continúa hasta algunas pocas décadas después de la Segunda Guerra Mundial y que Kuznets, por buenas razones, había atribuido al desarrollo del Estado de bienestar en las sociedades capitalistas modernas. En realidad, la norma histórica es una tendencia hacia una creciente desigualdad bajo el capitalismo, que reaparece en la década de los ochenta y persiste hasta nuestros días después de un intervalo que resultó breve en términos históricos.


* Fecha de recepción: 25/01/2015. Fecha de aprobación: 21/07/2015. El autor agradece la revisión editorial de Alejandra Adoum.


** Catedrático de la Facultad de Economía de la UNAM. Correo electrónico: jaime.ros.1@nd.edu.

 

 

El marco teórico-conceptual con el que Piketty analiza la dinámica de la desigualdad es muy sencillo. Empieza con dos leyes del capitalismo que constituyen en definitiva una identidad y una condición de equilibrio de largo plazo en los modelos de crecimiento (tanto keynesianos, como neoclásicos). La identidad es que la participación del ingreso del capital en el ingreso total es igual a la tasa de retorno del capital (la tasa de beneficio en los modelos simplificados de crecimiento) multiplicada por la relación capital-ingreso. La condición de equilibrio de largo plazo es que la relación capital-ingreso es igual a la tasa de ahorro dividida entre la tasa de crecimiento del ingreso. Esta ecuación puede verse como derivada de la igualdad entre tasa garantizada y tasa natural de Harrod o como la determinación de la relación capital-producto de largo plazo en el modelo de Solow. Si sustituimos la condición en la identidad, tenios que la participación del capital en el ingreso es una función positiva de la tasa de retorno del capital y una función inversa de la tasa de crecimiento. Ésta es una manera, no la única, de ver el modo en que una reducción en la tasa de crecimiento por debajo de la tasa de retorno al capital, como ocurrió después de mediados de los setenta, lleva a una mayor desigualdad funcional del ingreso, siipre y cuando la tasa de retorno del capital no se ajuste a la baja como consecuencia del aumento en la relación capital-ingreso. Para ello se requiere –un aspecto poco notado de la obra de Piketty– que el trabajo sea fácilmente sustituible por el capital (en términos técnicos, que la función de producción tenga una elasticidad de sustitución entre factores superior a la unidad). La mayor desigualdad funcional se traduce, a su vez, en una mayor desigualdad en la distribución personal del ingreso (en la medida en que la desigualdad en la distribución de los ingresos del capital es mayor que la de los ingresos salariales). Esta mayor desigualdad se puede convertir en una espiral ascendente si a ello se le agregan dos fuerzas que Piketty analiza con virtuosismo en su detalle: 1) la correlación positiva entre la tasa de retorno del capital y el tamaño inicial de la cartera, favorecida por la globalización financiera (es decir, el hecho de que los superricos obtienen una tasa de retorno sobre su capital más alta que los diás ricos), y 2) una participación creciente de la riqueza heredada en la riqueza total.

 

2. Aspectos descuidados en las múltiples reseñas del libro

 

El de Piketty es un libro que ha merecido decenas, si no es que ya centenas, de reseñas. Éstas tratan distintos aspectos del libro, incluyendo en particular las contribuciones que se acaban de mencionar, pero hay otros aspectos relevantes que han sido relativamente descuidados.

Un primer aspecto se refiere al tema del trabajo y el conocimiento como fuentes últimas de la riqueza. Es interesante y entretenida la aversión que Piketty diuestra por la riqueza heredada como algo que no cumple ninguna función social útil e incluso tiene efectos económicos adversos al reforzar la tendencia a la desigualdad y distorsionar los incentivos económicos de los individuos. Esta posición está presente desde la cita con la que empieza el libro (el artículo 1 de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789: las distinciones sociales sólo pueden basarse en la utilidad pública) y en las recurrentes referencias literarias a Balzac y Jane Austen. Se refleja también en algo que ha atraído mucha atención en las reseñas del libro: su decisión de llamar capital a todo aquello, desde la tierra hasta las fábricas y los activos financieros, de lo cual se puede derivar ingreso de la propiedad.

El segundo aspecto se refiere a las relaciones que en una economía de mercado se dan entre desigualdad, democracia y Estado, y a su acción igualadora, como garante de la democracia. Para Piketty, la desigualdad y su tendencia a crecer es un problema sistémico del capitalismo que se manifiesta tanto más acentuadamente cuanto más perfectamente operan los mercados. La solución al problema de la desigualdad no está en eliminar imperfecciones de mercado. Ello, de hecho, puede empeorar la espiral desigualadora. La solución está en la acción colectiva igualadora a través de un Estado social que, por ser el único capaz de contrarrestar la desigualdad, se convierte en el garante de la democracia, es decir, en garantía de que la democracia no se convierta en plutocracia.

El tercer aspecto es la recuperación del enfoque clásico de la economía concentrado en las grandes preguntas. El propósito explícito del autor es, como él mismo lo dice, poner de nuevo a la distribución del ingreso y la riqueza en el centro del análisis económico, como lo fue para los economistas del siglo XIX. Ello va de la mano con la crítica del estado actual de la disciplina, obsesionada de manera infantil, dice, con la producción de modelos matemáticos que abordan preguntas que sólo interesan a los que los elaboran. La economía, considera Piketty, solo puede avanzar en compañía y constante interacción con las diás ciencias sociales. Esa convicción es la que lo llevó cuando muy joven a regresar a París después de una estancia de tres años como profesor en el Massachusetts Institute of Technology.

 

3. La relevancia del libro para México

 

La obra de Piketty tiene gran relevancia para entender la dinámica de la desigualdad económica en México. ¿Qué ha ocurrido con la distribución del ingreso en nuestro país? En primer lugar, se ha producido un fuerte deterioro en la distribución funcional del ingreso, que se remonta a los años setenta y ochenta: la participación de los ingresos laborales ha caído de 40% a mediados de los 1970 a 27% hoy en día. Considérense las fuerzas que tienden a la divergencia de los ingresos. El estancamiento mismo es quizás la más poderosa al frenar el crecimiento de los salarios reales.

El estancamiento promueve la informalidad y reduce la productividad y los ingresos de los trabajadores informales. Ello, a su vez frena, el crecimiento de los salarios formales y tiende a reducir la participación de los salarios en el ingreso total. De manera más general, precisamente –según la lógica de Piketty– el ingreso tiende a concentrarse tanto más naturalmente cuanto la brecha entre la tasa de retorno al capital (r) y la tasa de crecimiento económico (g) se amplía. El estancamiento (bajo valor de g) propende a concentrar el ingreso en favor del capital y, en la medida en que el ingreso del capital está más desigualmente distribuido que el ingreso del trabajo, la desigualdad en la distribución personal del ingreso también tiende a aumentar. Esta dinámica es la que subyace tras el hecho de que la participación de las ganancias en el ingreso total ha tendido a aumentar casi continuamente desde hace ya tres décadas y a concentrar los ingresos personales entre 1980 y fines de los noventa. Es también la dinámica que explica que la década pasada vio a un mexicano convertirse en el individuo más rico del mundo en condiciones de estancamiento y pobreza para la mayoría de la población.

Otra fuerza desigualadora ha sido la política salarial, tema que también está presente en la obra de Piketty. La enorme reducción y posterior estancamiento del salario mínimo real, una consecuencia deliberada de la política salarial combinada con la alta inflación, contribuyó en ciertos periodos a una mayor desigualdad en el ingreso salarial y, de acuerdo con algunos autores, fue el principal factor detrás de ese aumento. Aunque la distribución del ingreso salarial ya no empeoró desde fines de los noventa, el estancamiento del salario mínimo real siguió operando en la dirección de agravar la desigualdad en la distribución del ingreso.

La aguda disminución de la participación de los salarios en el ingreso total, en un contexto en que la desigualdad en la distribución de los ingresos del capital es muy superior a la desigualdad de los ingresos laborales, sugiere una tendencia a la concentración de los ingresos personales. Esto es lo que ocurrió, de acuerdo con las encuestas de ingresos y gastos de los hogares, desde principios de los ochenta a mediados o fines de la década siguiente. Sin embargo, después de haber aumentado hasta fines de los noventa, a partir de entonces esa concentración del ingreso ha venido disminuyendo en México, al igual que en otros países de América Latina. Este fenómeno ha sido ampliamente documentado por la CEPAL (2014), World Bank (2014), Esquivel, Lustig y Scott (2010), y Gasparini y Lustig (2011), entre otros.

¿Cómo explicar esta paradoja? Vale la pena observar, en primer lugar, que –como es bien sabido­– en la medida en que las encuestas de ingresos y gastos subestiman los ingresos altos (que provienen del capital entre más altos son) existe un margen considerable de incertidumbre sobre lo que ha sucedido con la concentración del ingreso personal, especialmente en el tope de la distribución. Desafortunadamente, la información fiscal sobre los ingresos altos, con la que contó Piketty para países en su mayoría desarrollados, necesaria para complientar las encuestas de ingreso y gasto de los hogares y reducir esa incertidumbre, no está disponible en México y sólo existe para tres países de América Latina (Argentina, Colombia y Uruguay). El análisis de estas experiencias confirma la subestimación de los ingresos altos en las encuestas de ingresos y gastos: en Colombia, por ejiplo, tomar en cuenta la información fiscal y otra complientaria eleva el coeficiente de Gini de la concentración del ingreso de 7 a 8 puntos porcentuales. El trabajo reciente de Raymundo Campos, Emmanuel Chávez y Gerardo Esquivel (2014), basado no en fuentes fiscales, sino en las encuestas de hogares y cuentas nacionales, apunta en la misma dirección al encontrar para México una participación muy alta del 1% más rico en el ingreso total del orden de 21% a 30%.

Desde luego, otra posibilidad, no excluyente, es la presencia de fuerzas igualadoras que han operado sobre la distribución personal del ingreso. Varios análisis de los determinantes próximos de la evolución de la desigualdad (López-Calva y Lustig (2009) y Gasparini y Lustig (2011) (véase también World Bank 2014) sugiere que la principal fuerza igualadora ha sido la sorprendente disminución de la desigualdad en la distribución de los ingresos laborales. Sorprendente porque en los países desarrollados, y especialmente en Estados Unidos y Gran Bretaña, ha ocurrido exactamente lo contrario como resultado en particular de los aumentos vertiginosos en los supersalarios de los altos ejecutivos de las grandes corporaciones industriales y financieras y el aumento de la prima salarial del trabajo calificado. Por cierto, estos temas también son abordados por Piketty y el autor atribuye el primer caso al deterioro de las normas sociales que rigen las remuneraciones de los altos ejecutivos que, colectivamente, fijan ellos mismos. En México, a la inversa, ha ocurrido una disminución de la desigualdad de los ingresos laborales asociada a una reducción de la brecha entre ingresos de los trabajadores calificados y no calificados (esto es, una reducción de la prima salarial del trabajo calificado). Este fenómeno debe ser considerado con algunas reservas, dado que la subestimación de los ingresos altos se aplica no sólo a los ingresos del capital, sino también a los salarios altos. De ser real, puede atribuirse a una sobreoferta de trabajo calificado en condiciones de lento crecimiento de la dianda de trabajo calificado que ha ocasionado una reducción de los ingresos laborales reales de ese trabajo.

En suma, el deterioro de la distribución funcional del ingreso está en marcha desde hace tiempo, aunque su impacto en la distribución personal del ingreso puede haberse visto neutralizado por la presencia de las fuerzas igualadoras que incluyen, además de la compresión salarial y en mucha menor medida, al bono demográfico y al aumento de las transferencias gubernamentales (transferencias condicionadas) y privadas (remesas del exterior) a los hogares de menores ingresos. Sin embargo, aun cuando hasta ahora, y con todas las reservas que merecen las encuestas de ingreso y gasto de los hogares, las fuerzas igualadoras hayan predominado, nada garantiza que lo seguirán haciendo en el futuro. De no hacerlo, en la presente década la economía y la sociedad mexicanas corren el riesgo de quedar entrampadas en un triángulo perverso de criminalidad, estancamiento económico y creciente desigualdad social.

 

 

referencias bibliográficas

 

Campos, Raymundo; Emmanuel Chávez y Gerardo Esquivel (2014), “Los ingresos altos, la tributación óptima y la recaudación posible”, mimeo.

CEPAL (2014), Pactos para la igualdad. Hacia un futuro sostenible, Santiago, Naciones Unidas.

Esquivel, Gerardo; Lustig, Nora, y Scott, John (2010), “Mexico: A Decade of Falling Inequality: Market Forces or State Action?”, en Luis F. López-Calva y Nora Lustig (eds.), Declining Inequality in Latin America: A Decade of Progress?, Washington, DC, Brookings Institution Press; New York, United Nations Development Programme.

Gasparini, Leonardo, y Lustig, Nora (2011), “The Rise and Fall of Income Inequality in Latin America”, en José A. Ocampo y Jaime Ros, The Oxford Handbook of Latin American Economics, Oxford University Press.

López-Calva, Luis F., y Lustig, Nora (2009), “The Recent Decline of Inequality in Latin America: Argentina, Brazil, Mexico and Peru”, Working Papers 140, ECINEQ, Society for the Study of Economic Inequality.

World Bank (2014), Inequality in a Lower Growth Latin America, Washington, DC, The World Bank.